viernes, 15 de mayo de 2009

MUJERES COMPROMETIDAS CON EL PUEBLO

Quiero agradecer, en mi nombre y en el de mucha gente que me lo ha comentado, lo que ha hecho un grupo de mujeres de Erla, unos días antes de las fiestas. Han limpiado los alrededores de la piscina y las escaleras de la fuente, que estaban en un estado lamentable.
Gracias por preservar la imagen de Erla y hacer más agradables nuestros paseos.

OTRO RECUERDO INFANTIL


Han pasado las fiestas de mayo. Los campos se han llenado de colores y caminamos lentamente hacia el verano.

Es una época en que el plegadero enmudece, acostumbrado al bullicio de los días pasados.

En el mes de mayo, hace cuarenta años, las tardes de colegio eran las mejores de todo el año. Era el mes de las flores y pasábamos a la escuela de doña Angelita a rezar el Rosario. Después, nos daban leche en polvo.


Muchas tardes, los maestros nos llevaban de paseo escolar. Íbamos al campo, a La Corona, a Monlora o a recorrer las orillas del río. Despertábamos a la vida, igual que los chicos de Don Gregorio en La lengua de las Mariposas. Nos comíamos la fruta verde de los huertos, fumábamos betiquera, una especie de liana que crecía en la arboleda y que, cortada a trozos, sustituía a los inaccesibles cigarrillos.


Para colmo, después de merendar, las tardes eran largas y las pasábamos jugando al olivo hasta el anochecer.


Después de tanta actividad, las noches pasaban como un suspiro.


Qué diferente era la niñez de antaño, cuando la imaginación y el ingenio eran nuestros mejores juguetes y no anhelábamos los artilugios sofisticados sobre los que ironiza Astún en su excelente comentario de la entrada anterior.


Eran milagros de la primavera como los que hicieron brotar algunas hojas verdes al olmo seco que conoció Machado.

viernes, 8 de mayo de 2009

SAN GREGORIO



Mañana es San Gregorio. Han comenzado las fiestas de Erla y podemos encontrar caras que no vemos el resto del año. El pueblo se ha llenado de gente. Hay actos y diversión por la mañana, por la tarde y por la noche. Apenas queda tiempo para descansar.




Me gustan las fiestas de Erla, pero añoro las de antaño.




Cuando yo era un niño, el ocho de mayo por la mañana, en la escuela, era el día más especial. Se respiraba en el ambiente una mezcla de satisfacción y ansiedad por llegar a las 12 del mediodía y salir a la calle, llegar a la plaza y subirnos al "entablau" para ver cómo el señor Francisco encendía los cohetes y comenzaban las fiestas. Entonces, el olor a pólvora me parecía mucho más intenso.




Por la tarde venía la Tía María , el tiro y, algunas veces, las barcas. Mosén José había instalado la tómbola y el pueblo estaba limpio y adornado.




En casa había, esos días, tortas de anís y refulláus .




Mi abuelo nos daba un duro para pasar las fiestas. También nos llevaba el día de San Gregorio al Volante a tomar vermout con sifón y unas olivas.




Venían los musicos, que tocaban en las procesiones y en el baile de la plaza. Comían y dormían en casas particulares del pueblo.




La Tía María montaba su tenderete con su ruleta a una peseta la tirada.


En la ruleta había caramelos, pequeños juguetes, relojes y billetes de cien y quinientas pesetas, pero casi siempre nos tocaba un caramelo. Una vez me tocó un caleidoscopio pequeño. Algunas veces no tocaba nada. No sé dónde comía ni dormía la Tía María, pero me parecía que era una mujer muy rica porque tenía muchas cosas. Mucho tiempo después me dí cuenta de que era una luchadora y que siempre fue pobre.




En el casino, después de comer se tomaba el café y disfrutábamos de la actuación de una animadora. Por la noche había baile y los niños conseguíamos colarnos, a veces, burlando al portero.




El último día, el señor Francisco encendía las ruedas de fuegos artificiales y la traca. Todo el pueblo se llenaba entonces de un intenso olor a pólvora.




Al día siguiente, volvíamos a la escuela a esperar otro año.




Eran unas fiestas mucho más sencillas que las de ahora, pero entrañables.




Deseo a todos los vecinos y visitantes unas felices fiestas.