jueves, 24 de noviembre de 2011

LA PANADERÍA

Varios años antes de la Guerra Civil, Erla era un pueblo nutrido de habitantes
y con una actividad agrícola y ganadera considerable.

Seguramente que Antonio Martínez tuvo en cuenta estos datos socioeconómicos a la hora de
 de montar su propia panadería. No creo que pudiera sospechar que, casi un siglo más tarde,
 la cuarta generación siguiera explotando el negocio con éxito y abasteciendo a gran parte de los pueblos de las Cinco Villas Orientales.

Antonio tuvo dos hijos. Lorenzo se independizó y creó su propio negocio en un
pueblo cercano. Mariano continuó la labor de su padre en Erla, conviviendo con
otra panadería que desapareció en los años sesenta.



Luego siguió Carlos, hijo
de Mariano, quien manteniendo
el viejo horno de leña, supo
adaptarse a las necesidades y a
la tecnología y  ha asumido
perfectamente  las exigencias
de la industria alimentaria de hoy.

Mano a mano con su hijo, también
Carlos, y la ayuda de varios
miembros de la familia, dan servicio
a una parte de la comarca que,  debido
a la despoblación, había quedado
aislada y privada de un servicio tan
básico como es el suministro de pan.

No puedo olvidar los años de mi infancia en los que, sobretodo en estas fechas, las mujeres
iban al horno de Martínez para elaborar sus propias tortas de Moño, tortas de anís,
refulláus, tortas de chicharrones, madalenas,mantecados, etc., previendo la Navidad y
 aprovechando que se había hecho la matacía.

Hoy la panadería sigue elaborando todos estos productos tradicionales y alguno más,
dando una excelente calidad en una repostería que nos gusta a todos y de la que presumimos
cuando recibimos algún visitante.

Quiero destacar el doblero como un producto exclusivo y delicioso. Es un dulce que acompaña,
desde hace bastantes años, a las fiestas populares de Erla y deja muy buen sabor de boca
a vecinos y visitantes.




Tampoco olvido la fogaza,
una especialidad de pan de
aceite que en pocos sitios
puede encontrarse fuera de
aquí, ni las migas cortadas
hechas con pan cocido en
leña como el resto.










Merece la pena escaparse un día hasta Erla para probar estos productos de los que,
los que somos de aquí, nos sentimos orgullosos.








sábado, 19 de noviembre de 2011

LA MATACÍA

Desde tiempos inmemoriales, a partir de Todos los Santos hasta la primavera, se
celebraba en todas las casas de Erla la matacía.

Varias horas antes de llegar la luz del día, las hogueras en los corrales anunciaban
la fiesta.  Un caldero sobre la lumbre calentaba agua y los miembros de la familia,
acompañados de familiares y amigos preparaban todo lo necesario para lo que ha
sido, durante siglos, una parte muy importante de la economía familiar para el resto
del año.

Cuando el agua del caldero estaba en ebullición, se sacaba
el cerdo de la zolle y el matachín, con la ayuda de un gancho
arrastraba al animal hasta la vacía.

Con la ayuda de varios hombres fuertes que lo sujetaban de
las patas y el rabo, el matachín degollaba al cerdo y la mujer
de la casa recogía y removía con la mano la sangre.


Los que éramos niños, en aquellos tiempos, solíamos colaborar sujetando el rabo.
Disfrutábamos de un espectáculo inolvidable durante la horas previas a la escuela.

Cuando el cerdo estaba muerto, se daba la vuelta a la vacía y se introducía dentro
al animal.  El agua caliente del caldero servía para escaldarlo y lavarlo.

Una vez libre de pelo y suciedad, labor que se realizaba con unos cazos apropiados
para ello, el cerdo se colgaba de las patas traseras a una anilla que había clavada en
un madero, con la ayuda de una soga y un balancín.



El matachín continuaba su labor destripando el
cerdo y extrayendo el hígado, asadura, riñones,
corazón y las mantecas.

Después sacaba la vechiga , que habría de servir
después, para hacer una gran morcilla.



Una vez colgado el cerdo, el matachín se iba a otra casa para hacer lo mismo.
En las brasas se asaban trozos de hígado y chinchorras, con las que todos los
asistentes almorzaban.

Después del almuerzo, las mujeres limpiaban la tripa para poder hacer los
embutidos.

El resto de la mañana, el cerdo se joreaba colgado, a la espera de que, después
 de comer, el matachín volvía para partir las diferentes piezas(jamones, paletillas,
espalda, lomos, papadas, cabeza, etc).

Ya por la tarde, las mujeres capolaban la carne para hacer los chorizos y las
longanizas, ponían el lomo y las costillas en conserva de manteca y cocían las
morcillas en el caldero.




El hombre de la casa salaba los jamones , paletillas y papadas para, unas semanas
 más tarde, colgarlos.

Era una jornada completa y fascinante donde todos los miembros de la familia
colaboraban de una u otra manera.

Esta tradición se ha ido perdiendo hasta, prácticamente, su desaparición.

Recuerdo con nostalgia  grandes matachines en Erla, como Antonio "Dindín",
Marino  y José Antonio Lasierra. 

También quiero recordar a una gran mondonguera  que solía acudir a casi todas
las matacías para ayudar a las mujeres. Era la señora María de Cazo, una gran
profesional en  este arte.

Hay pueblos donde todavía se celebra, como fiesta tradicional, la fiesta  de la
matacía.




















domingo, 13 de noviembre de 2011

LA TORRE DEL SEÑORÍO

A pesar de estar adosada a la Iglesia de Santa María la Mayor de Erla, forma parte del patrimonio artístico civil de nuestra villa, ya que es propiedad del Ayuntamiento.

La Torre del Señorío fue construída a mediados del siglo XV por la familia  López de Gurrea, de la que fue señorío  el pueblo en aquella época, después de haberlo sido de los Condes de Luna.

Este edificio puede considerarse como el prototipo de estas edificaciones en Aragón.  Con carácter de residencia del señor del lugar, eran levantadas por los nobles del lugar con la doble función de residencia y punto fuerte en la defensa de sus propiedades, además de puerta de acceso a las mismas.

Está construída en dos plantas. La primera, consta de dos crujías (portales) rematados por bóvedas de crucería, de gran belleza.  El primero fue la puerta de acceso al recinto fortificado y, hoy, sigue abierto al tránsito como parte de la calle. El segundo, hoy abierto por la parte interior, se encontró cerrado durante siglos y sirvió de acceso a la planta superior, además de cárcel.

La torre es de planta rectangular  de 14 por 7 metros y unos 25 metros de altura.

La planta superior es una gran sala cubierta de dos bóvedas de crucería separadas por un arco fajón apuntado  y dos ventanas germinadas  con parteluz y tracerías góticas.

El edificio es un volumen compacto que alberga también el campanario de la Iglesia, al que se accede  a través de una escalera de caracol ejecutada, como todo el conjunto, en piedra de sillería.

Es el edificio más alto de la villa de Erla.

En la segunda crujía (portal interior) se encuentra grabada una Vara Jaquesa que servía de medida para los comerciantes que, a los pies de la torre, instalaban sus puestos de venta de telas y otros artículos.

Las dos fachadas fueron restauradas en los años setenta, pero la parte inferior ha sufrido un importante deterioro en los últimos años y requiere de una intervención urgente para evitar un deterioro más serio.


También, la parte oeste de la fachada, adosada a una vivienda, requiere de una restauración importante ya que han aparecido grietas preocupantes.


martes, 1 de noviembre de 2011

DON BABIL

Don Babil Bandrés Liarte nació en Erla el 24 de enero de 1800. Su padre, un agricultor modesto que vivía de algunas tierras arrendadas de la finca de Paules,era de Erla. Su madre procedía de Tarazona.

Siguió la tradición agrícola de su padre, a la que dedicó toda su vida.

Os preguntaréis porqué saco aquí a relucir a este personaje erlano. Fue un buen agricultor pero, por encima de todo, fue un hombre con una cultura impresionante, fruto de su esfuerzo personal a lo largo de toda su vida.

Era referente cultural en el pueblo y la comarca, en cuyo territorio participó en numerosos foros culturales de la época.

Acumuló una importante biblioteca personal y numerosos escritos propios que, por desgracia, se perdieron, pero quedan en la memoria de la familia, transmitida de generación en generación.

Tampoco queda ninguna imagen de este ilustrado del siglo XIX que podamos  exponer en esta página.
Sólo puedo mostraros la casa donde vivió y que, hoy, sus descendientes la han convertido, con gran esfuerzo, en casa  de turismo rural.

Es la casa Don Babil, a pesar de que todos la hemos conocido como Casa Mabil ( deformación lingüística que ha llegado hasta hoy desde las últimas generaciones).

Ojalá pudiera contaros más cosas de este personaje que, seguro, fue, en Erla, un vecino querido y admirado por su afán por el conocimiento y la cultura, pero no quedan apenas referencias. Sólo queda el recuerdo de la familia que no quiere perder parte de sus raíces con la memoria de este erlano  ilustre.

                José Arcadio