domingo, 18 de octubre de 2009

EL OTOÑO

Desde el Plegadero de Erla el otoño parece triste.

Se acabó el verano y muchas casas se han quedado vacías.Además, como dijo Cincovillesa en su comentario, algún asiduo del plegadero nos ha dejado, tristemente, este verano.
Los fines de semana se alegra un poco más,  gracias a numerosos visitantes a los que les gusta Erla todo el año.

Pero hay muchas cosas en Erla que hacen que el otoño sea tan alegre como cualquier otra estación.

El paisaje cambia de color, se siembran los campos. El río arba, aunque con su mínimo caudal, se viste de los colores rojizos y amarillentos de los chopos, en un ambiente de atardeceres de fuego de una gran belleza.


Empieza a oler a fuego de leña por las calles y oímos a las escandalosas grullas que atraviesan nuestro cielo.

El otoño es la estación donde los sentidos más se deleitan.

Esa nostalgia que nos invade en estos meses tiene un matiz agradable y parece que nos juntamos más en sitios cerrados los domingos por la tarde.

Muchos de nuestros poetas españoles han cantado al otoño con más intensidad que a ninguna otra estación del año.

Os invito a una seleccion de estos poemas. Espero que os gusten.


El otoño se acerca con muy poco ruido:


apagadas cigarras, unos grillos apenas,

defienden el reducto

de un verano obstinado en perpetuarse,

cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.



Se diría que aquí no pasa nada,

pero un silencio súbito ilumina el prodigio:

ha pasado

un ángel

que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre.



A González



(II)



Resumen en otoño



En la bóveda de la tarde cada pájaro es un punto del

recuerdo.

Asombra a veces que el fervor del tiempo

vuelva, sin cuerpo vuelva, ya sin motivo vuelva;

que la belleza, tan breve en su violento amor

nos guarde un eco en el descenso de la noche.

Y así, qué más que estarse con los brazos caídos,

el corazón amontonado y ese sabor de polvo

que fue rosa o camino-

El vuelo excede el ala.

Sin humildad, saber que esto que resta

fue ganado a la sombra por obra de silencio;

que la rama en la mano, que la lágrima oscura

son heredad, el hombre con su historia,

la lámpara que alumbra.

J. Cortázar



(III)



Te recuerdo como eras en el último otoño.

Eras la boina gris y el corazón en calma.

En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.

Y las hojas caían en el agua de tu alma.



Apegada a mis brazos como una enredadera,

las hojas recogían tu voz lenta y en calma.

Hoguera de estupor en que mi sed ardía.

Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.



Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:

boina gris, voz de pájaro y corazón de casa

hacia donde emigraban mis profundos anhelos

y caían mis besos alegres como brasas.



Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.

Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma.

Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.

Hojas secas de otoño giraban en tu alma.

Neruda

(IV)



OTOÑO

El cárdeno otoño

no tiene leyendas

para mí. Los salmos

de las frondas muertas,

jamás he escuchado,

que el viento se lleva.

Yo no sé los salmos

de las hojas secas,

sino el sueño verde

de la amarga tierra.

A. Machado



(V)

OTOÑO



Esparce octubre, al blando movimiento

del sur, las hojas áureas y las rojas,

y, en la caída clara de sus hojas,

se lleva al infinito el pensamiento.



Qué noble paz en este alejamiento

de todo; oh prado bello que deshojas

tus flores; oh agua fría ya, que mojas

con tu cristal estremecido el viento!



¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,

en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,

echado en el verdor de una colina!



En una decadencia de hermosura,

la vida se desnuda, y resplandece

la excelsitud de su verdad divina.

J.Ramón Jiménez



(VI)



OTOÑO



Otoño de manos de oro.

Ceniza de oro tus manos dejaron caer al camino.

Ya vuelves a andar por los viejos paisajes desiertos.

Ceñido tu cuerpo por todos los vientos de todos los siglos.



Otoño, de manos de oro:

con el canto del mar retumbando en tu pecho infinito,

sin espigas ni espinas que puedan herir la mañana,

con el alba que moja su cielo en las flores del vino,

para dar alegría al que sabe que vive

de nuevo has venido.

Con el humo y el viento y el canto y la ola temblando,

en tu gran corazón encendido.

J. Hierro



(VII)



RITMO DE OTOÑO

1920

A Manuel Angeles



Amargura dorada en el paisaje.

El corazón escucha.



En la tristeza húmeda el viento dijo:

Yo soy todo de estrellas derretidas,

sangre del infinito.

Con mi roce descubro los colores

de los fondos dormidos.

Voy herido de místicas miradas,

yo llevo los suspiros

en burbujas de sangre invisibles

hacia el sereno triunfo

del amor inmortal lleno de Noche.

Me conocen los niños,

y me cuajo en tristezas.

Sobre cuentos de reinas y castillos,

soy copa de luz. Soy incensario

de cantos desprendidos

que cayeron envueltos en azules

transparencias de ritmo.

En mi alma perdiéronse solemnes

carne y alma de Cristo,

y finjo la tristeza de la tarde

melancólico y frío.

El bosque innumerable.



Llevo las carabelas de los sueños

a lo desconocido.

Y tengo la amargura solitaria

de no saber mi fin ni mi destino.



Las palabras del viento eran suaves

con hondura de lirios.

Mi corazón durmiose en la tristeza

del crepúsculo.



Sobre la parda tierra de la estepa

los gusanos dijeron sus delirios.



Soportamos tristezas

al borde del camino.

Sabemos de las flores de los bosques,

del canto monocorde de los grillos,

de la lira sin cuerdas que pulsamos,

del oculto sendero que seguimos.

Nuestro ideal no llega a las estrellas,

es sereno, sencillo:

quisiéramos hacer miel, como abejas,

o tener dulce voz o fuerte grito,

o fácil caminar sobre las hierbas,

o senos donde mamen nuestros hijos.



Dichosos los que nacen mariposas

o tienen luz de luna en su vestido.

¡Dichosos los que cortan la rosa

y recogen el trigo!

¡Dichosos los que dudan de la muerte

teniendo Paraíso,

y el aire que recorre lo que quiere

seguro de infinito!

Dichosos los gloriosos y los fuertes,

los que jamás fueron compadecidos,

los que bendijo y sonrió triunfante

el hermano Francisco.

Pasamos mucha pena

cruzando los caminos.

Quisiéramos saber lo que nos hablan

los álamos del río.



Y en la muda tristeza de la tarde

respondioles el polvo del camino:

Dichosos, ¡oh gusanos!, que tenéis

justa conciencia de vosotros mismos,

y formas y pasiones,

y hogares encendidos.

Yo en el sol me disuelvo

siguiendo al peregrino,

y cuando pienso ya en la luz quedarme,

caigo al suelo dormido.



Los gusanos lloraron, y los árboles,

moviendo sus cabezas pensativos,

dijeron: El azul es imposible.

Creíamos alcanzarlo cuando niños,

y quisiéramos ser como las águilas

ahora que estamos por el rayo heridos.

De las águilas es todo el azul.

Y el águila a lo lejos:

¡No, no es mío!

Porque el azul lo tienen las estrellas

entre sus claros brillos.

Las estrellas: Tampoco lo tenemos:

está entre nosotras escondido.

Y la negra distancia: El azul

lo tiene la esperanza en su recinto.

Y la esperanza dice quedamente

desde el reino sombrío:

Vosotros me inventasteis corazones,

Y el corazón:

¡Dios mío!



El otoño ha dejado ya sin hojas

los álamos del río.



El agua ha adormecido en plata vieja

al polvo del camino.

Los gusanos se hunden soñolientos

en sus hogares fríos.

El águila se pierde en la montaña;

el viento dice: Soy eterno ritmo.

Se oyen las nanas a las cunas pobres,

y el llanto del rebaño en el aprisco.



La mojada tristeza del paisaje

enseña como un lirio

las arrugas severas que dejaron

los ojos pensadores de los siglos.



Y mientras que descansan las estrellas

sobre el azul dormido,

mi corazón ve su ideal lejano

y pregunta:

¡Dios mío!

Pero, Dios mío, ¿a quién?

¿Quién es Dios mío?

¿Por qué nuestra esperanza se adormece

y sentimos el fracaso lírico

y los ojos se cierran comprendiendo

todo el azul?



Sobre el paisaje viejo y el hogar humeante

quiero lanzar mi grito,

sollozando de mí como el gusano

deplora su destino.

Pidiendo lo del hombre, Amor inmenso

y azul como los álamos del río.

Azul de corazones y de fuerza,

el azul de mí mismo,

que me ponga en las manos la gran llave

que fuerce al infinito.

Sin terror y sin miedo ante la muerte,

escarchado de amor y de lirismo,

aunque me hiera el rayo como al árbol

y me quede sin hojas y sin grito.



Ahora tengo en la frente rosas blancas

y la copa rebosando vino.



Lorca

sábado, 17 de octubre de 2009

Salud, amigos de Macondo, de nuevo.
Después de varios meses de inactividad, por mi parte, en este blog quiero retomar con fuerza este entretenimiento que nos une tanto a los erlanos.
La verdad que he pasado un mal verano, por diferentes motivos, y no me era demasiado fácil la creación de entradas.

Cuando, por fin, me he decidido a entrar, mi sorpresa ha sido mayúscula al comprobar el gran número de comentarios malintencionados que se han publicado.
Me ha venido a la memoria un pasaje de la Biblia en el que Moisés deja solo a su pueblo para ir a hablar con Dios y recoger  las tablas de la Ley.                Cuando regresa se encuentra a su pueblo adorando un becerro de oro.

Quiero dejar bien claro que la culpa es mía. Pero también quiero dejar bien claro que Macondo, desde un principio, ha sido un lugar de encuentro.Aquí nunca se ha censurado un comentario, pero Macondo se creó para construir, no para destruír. Por éso, aunque la mayoría no tenéis la culpa, a partir de ahora tendré que revisar los comentarios antes de publicarlos. Ruego disculpas a todos, pero no me queda otro remedio.Os garantizo que se van a publicar  íntegramente todos los que tengan buenas intenciones.

pido disculpas, también , a los que se hayan visto perjudicados o difamados por algún comentario hecho en este blog.

Y continuamos...


Este largo verano ha sido prolífico en acontecimientos.
Las fiestas de Santa Ana fueron extraordinarias y felicito a la comisión de
fiestas por su gran labor.

La Asociación de Mujeres se ha superado, con creces, organizando el II
Mercado Medieval en Erla, con una calidad enorme.

El pueblo ha sido visitado por más gente que otros años, las piscinas han estado en mejor estado y ha hecho buen tiempo.

Ánimo, erlanos y otros seguidores de Macondo. Vamos a demostrar lo que somos.

Un saludo


                       José Arcadio.
Aquí os dejo unas imágenes del verano.




Salud, amigos de Macondo, de nuevo.
Ya perdonaréis el largo período de tiempo que llevo sin aparecer por mi blog.
He pasado un mal verano, por diferentes motivos. pero quiero re que nos une tanto.tomar con fuerza este entretenimiento