los colegiales estudian.
Monotonía de lluvia
tras los cristales...
Así era la escuela hace muchos años.
Y había un jueves, de los muchos esperados el que más, que no se me olvida.
Era Jueves Lardero. Longaniza en un puchero.
El maestro y un ejército de pequeños salíamos de la escuela, como presintiendo la cercanía de la primavera, para dirigirnos al campo, o al río, o a Monlora, o adonde fuese, con tal de pasar una tarde amena y provechosa al aire libre y comernos la tortilla de longaniza.
Cuando veo La Lengua de las Mariposas, me viene a la memoria el Jueves Lardero y los paseos escolares de antaño.
No eran Don Gregorio, sino Don José, o Don Gumersindo. Ellos, tampoco pegaban y, como él, también daban su clase de ciencias naturales en el hábitat natural, sustituyendo los libros y cuadernos por hierbas e insectos, por ranas y barbos.Otros, como Don Bernardino, Don Domingo o Don Alberto, aunque no tan pacifistas, supieron inculcarnos el gusanillo de la Sintaxis, de la Literatura, de la Historia...
Eran humildes maestros de pueblo que supieron transmitir ciencia y cultura sin represión, como ausentes de la cruel dictadura que otros urdieron como propia.
Con los años, me han demostrado que la semilla que se siembra bien, se establece y se hace árbol robusto,
que permanece en nosotros toda la vida.