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miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA TIA EMILIA

LA TIA EMILIA








No había verano para aquella mujer, aquella mártir, que de haber justicia en el Vaticano, sería , hoy, una santa que desbancaría a San José de Calasanz como patrón de los maestros.



La escuela de "los cagones", que así se llamaba de forma extraoficial, era un pequeño local donde treinta o cuarenta niños menores de cinco años éramos depositados por nuestras madres, para que ellas pudieran dedicarse tranquilamente a sus menesteres.



La Tía Emilia lo aceptaba todo. Me río ahora de las reivindicaciones de los maestros de hoy que , aún teniendo razón, defienden horarios y cupos de no más de quince alumnos por aula. No había posibilidad de coger la baja por enfermedad, agotamiento o depresión.



Imagínate un aula sin pupitres, sólo bancos pegados a las paredes y una silla para la maestra. No había aseos ni recreo, ni jefe de estudios, ni conserje , ni tutor... La Tía Emilia se ocupaba de todo.



Las madres, a la una y a las cinco, recogían a sus hijos, limpios como el oro. Los niños ya habían rezado el Ängelus por la mañana y el Rosario, por la tarde. Cada niño., según su nivel, había leído su página de la Cartilla y había sumado y restado. Si había alguna riña, la Tía Emilia la resolvía, peinaba a los contendientes y los entregaba a sus madres como si nada hubiese pasado.



A los cinco años, cuando en el mes de septiembre nuestras madres nos llevaban a la escuela de los mayores, sabíamos leer, escribir, sumar, restar y convivir.

 Eran días tristes para la Tía Emilia que , viéndonos pasar por la calle desde su silla, ocultaba sus lágrimas de nostalgia para no contagiar a sus nuevos alumnos.

1 comentario:

  1. Me alegro mucho de que vuelvas por Macondo, seguiré tus comentaríos.

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