Para los que no conocisteis a Fermín os diré que era un gran personaje, a pesar de su baja estatura (No más de metro cuarenta).
Era un hombre bueno y amable, servicial y responsable, hasta el último detalle, con su trabajo.Le gustaba jugar a las cartas ( al guiñote), después de comer y , en este arte, era duro de roer.
Si miráis enfrente de la tienda de Cristina, junto al Plegadero,hay una puerta verde, bastante grande, de madera. Ahí estaba "Casa Fermín". No era su casa, sino una tienda, un ultramarinos completísimo donde podías comprar desde unas alpargatas, hasta pienso para los conejos o los pollos, pasando por el vino, los licores, las galletas, el aceite, el chocolate, la carne de membrillo, el bacalao, las sardinas de cubo (¡qué ricas!),cuadernos, libretas, lapiceros, gomas y un largo etcétera que sólo él podría recordar.
Fermín era un hombre muy sociable, pero serio para su negocio. Durante años llevó el establecimiento sin muchas variaciones,todo estaba siempre en el mismo sitio, limpio y ordenado, con el mismo olor a sardinas de cubo.
Cuando mi abuelo me mandaba, algunas tardes, a comprar un lata de sardinas para merendar, a Casa Fermín, me entretenía un rato. Me contaba cosas de cuando era joven. Decía que tocaba muy bien la bandurria, pero que, con el tiempo, los dedos se le habían hecho muy gordos y ya no le cabían en los trastes.
Cuando se jubiló, se fue a la Residencia de Ancianos de Jaca, donde vivió hasta su muerte. Me lo encontré, varias veces, paseando por el entorno de la residencia y pude comprobar que era feliz, a pesar de que añoraba Erla.